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El sitio web cumple 30 años: diseño de las aplicaciones web del futuro

Jana Iyengar

VP, Product, Infrastructure Services, Fastly

Esta es la segunda entrega de una serie de cuatro entradas de blog con motivo del 30.º aniversario del nacimiento de los sitios web. Analizamos cómo evolucionarán las infraestructuras web y la experiencia de usuario en los próximos 30 años.

Cuando Tim Berners-Lee presentó el primer sitio web de la historia en 1991, pocos podían imaginar hasta qué punto ese espacio lleno de siglas (WWW, HTTP, URL) iba a transformar la sociedad en que vivimos. Desde luego, nadie se habría creído que 30 años más tarde utilizaríamos esos sitios para pagar facturas, comprar casi cualquier cosa o interactuar con amigos y desconocidos.

Aunque en la actualidad utilizamos los sitios web de maneras que los hacen parecer aplicaciones y los alejan del concepto tradicional de un sitio web, el patrón de diseño que estamos empleando no es uniforme. Es hora de que seamos más dinámicos en la manera de abordar el desarrollo web y de que nos planteemos qué herramientas necesitamos para conseguirlo.

Los sitios web modernos son en realidad aplicaciones

Tradicionalmente, los sitios web se componían de imágenes estáticas y objetos, pero durante los últimos 10 años la Web ha ganado mucho más dinamismo, interactividad y funcionalidad. Hoy, más que las páginas estáticas y la lentitud de los tiempos de carga, lo que caracteriza a la red son el streaming de vídeo y los contenidos que generan los usuarios. Dado que en la actualidad muchos sitios web son aplicaciones, convendría que los diseñáramos como tales.

Sin embargo, al haberse ampliado los usos que hacemos de Internet, diseñar sitios web que sean interesantes y sofisticados se ha convertido en una tarea más engorrosa. Los desarrolladores deben cumplir los requisitos de diferentes factores de forma y navegadores, pero para ello necesitan normas más fiables y herramientas potentes.

Las crecientes expectativas exigen un método que sea mejor

Idear un método más inteligente exige mayor velocidad, rendimiento y escalabilidad. Para poder crear una web que ofrezca buenas prestaciones y sea innovadora, los desarrolladores necesitan una arquitectura y unas herramientas que ofrezcan más control, personalización y transparencia. Y, al mismo tiempo, que ambas integren funciones de seguridad en cada paso. Debemos superar la dependencia de herramientas anticuadas e ineficaces. Y, si queremos generar experiencias web a la altura de las necesidades actuales, debemos adoptar otras herramientas que tengan la capacidad de automatización y la resiliencia necesarias.

Los sitios web estáticos requieren pocas herramientas y lenguajes para su desarrollo, mientras que la mayoría de empresas cada vez necesitan más herramientas para diseñar sus aplicaciones y dotarlas de funciones de seguridad. Puesto que los usuarios no interactúan con el contenido de las páginas web estáticas, elementos como la autorización, la privacidad y la seguridad no son tan esenciales como lo son respecto de las aplicaciones. Además, mientras que para hacer cualquier cambio leve en una página web estática solo tienes que actualizar el código HTML, todos los cambios que introduzcas en una aplicación requieren una nueva compilación y un despliegue íntegros.

En general, las aplicaciones llevan aparejados diseños más caros y complejos, así como desarrollos, periodos de pruebas e implementaciones más largos. Para diseñar los sitios web actuales, tenemos que dejar atrás las herramientas que utilizábamos para dar respuesta a los casos de uso del pasado, cuya complejidad era menor. Debemos dotarnos de capacidades de ejecución más rápidas y eficaces sin poner en riesgo el rendimiento y la seguridad. Para modernizar Internet y mejorar las experiencias digitales es fundamental sacar todo el jugo a protocolos en evolución como QUIC y HTTP/3 e invertir en tecnologías novedosas como WebAssembly.

Habiendo dicho todo esto, no podemos dejar de mirar al futuro. Al diseñar aplicaciones y experiencias, no se nos pueden escapar dos factores esenciales: qué significado tendrán en el futuro conceptos tales como el «incremento de la velocidad», las «mejoras», el «abaratamiento de costes» y la «comodidad» y qué métodos de diseño flexibles podemos idear para dar cabida a expectativas que ni conocemos. La evolución no puede estancarse si queremos que en el futuro Internet dé respuesta a nuestras necesidades.

Todo el mundo tiene su granito de arena que aportar en la implementación de estos cambios: la responsabilidad no recae en una sola entidad. Los ejecutivos deben entender que las herramientas de desarrollo y de seguridad son inversiones vitales y que no caben actitudes conformistas en las que solo tenga sentido invertir dinero en mantener soluciones «que no den problemas». Sería conveniente que desarrolladores e ingenieros hicieran propuestas que traten de facilitar y acelerar su labor y de dotarla de mejores medidas de seguridad. Asimismo, el sector en su conjunto debe adoptar una mentalidad que mire hacia el futuro.

Aunque no sabemos lo que nos deparará el mañana, lo que sí sabemos es que el avance de la tecnología es imparable y que esta está cada vez más integrada en nuestras vidas. Y las empresas deben empezar a prepararse para ello desde este mismo momento.

Romper el círculo

Las generaciones más jóvenes llevan la web en la sangre. No conciben los sitios web como un sistema cerrado por el que uno solo pueda navegar con el ratón y leer contenidos. Cualquier experiencia que no sea inmersiva, impecable y en tiempo real les parecerá inconexa.

Los desarrolladores están obligados a evolucionar para cumplir las expectativas de los usuarios; deben romper el círculo de «transformación» que fuerza a los diseñadores a hacer borrón y cuenta nueva tan pronto como entregan un proyecto. Aunque errores y humanos —y por tanto también usuarios y diseñadores— siempre irán de la mano, debemos procurar tenerlo presente en nuestros diseños y confiar en herramientas que nos aporten la flexibilidad y la accesibilidad necesarias. Debemos dejar que las personas cometan errores, sí, pero con una malla de seguridad que las proteja para que las equivocaciones no den pie a consecuencias desastrosas.

Si somos previsores y tenemos el valor de permitimos fracasar hasta acertar, podremos renovar la red de modo que en los próximos 30 años siga siendo el vehículo innovador de los últimos treinta.

En las próximas semanas, profundizaremos en los pasos que debemos seguir para diseñar la Web del futuro. En la tercera entrega de esta serie, analizaremos qué planteamiento de seguridad debemos seguir para crear una web más resiliente.